sábado, 31 de enero de 2009

turrell-Hologram_green-3

imagen turrell

turrell

James Turrell, el misterio de la luz

Entre lo racional y lo misterioso, las obras que ahora se presentan en el IVAM subrayan su persistente indagación sobre el enigma de la visión y deparan al espectador el placer de la inmersión en un espacio sin límites.


En 1966, James Turrell alquiló un antiguo hotel en Ocean Park (California) para utilizarlo como estudio y espacio expositivo; estableció nuevos huecos en las paredes y techos, controló la luz abriendo y cerrando las persianas, hizo que los rótulos de neón de las tiendas, los semáforos y los faros de los coches fueran parte de su obra. Sin duda, la experiencia en Mendota Hotel es fundamental para comprender la forma en la que este artista extraordinario convierte la luz en una cosa, jugando con las sombras y obligando al público a llegar a otra percepción.

A finales de los sesenta, Turrell trabajó en el Art & Technology Program de la Universidad de California, en colaboración con Los Angeles County Museum, lo que le permitió conocer al psicólogo Edward Wortz, que había estudiado los cambios en la percepción experimentados por astronautas en el espacio exterior. Investigaron ciertas técnicas de privación sensorial, situando a los sujetos en un espacio insonorizado con un campo visual homogéneo, y también emplearon máquinas EEG para medir las variaciones de las ondas cerebrales; estaban interesados en los llamados “ritmos alfa”, ondas cerebrales que se liberaban básicamente cuando el individuo estaba meditando. Por otro lado, en un cuenco semiesférico producían un “velo de luz” uniformemente blanco, el llamado Ganzfeld que será utilizado por Turrell en obras en la que el campo visual es amplio y, a menudo, desorientador, destinado a estimular la conciencia perceptual del espectador.

El IVAM de Valencia inaugura este mes de diciembre una retrospectiva fascinante sobre la persistente indagación del artista en el enigma de la visión. Fernando Castro Florez analiza en este número la obra de Turrell y su capacidad para sumergir al espectador en el placer de la inmersión en un espacio sin límites.